sábado, 11 de octubre de 2014

Un país de contrastes

Paracas, 10 de octubre de 2014

Nuestro autobús a Paracas salía a las 6,40 de la mañana, así que decidimos levantarnos con una hora de antelación para ir con tiempo. Elegimos los autobuses Cruz del Sur y la verdad es que, al igual que en Mexico y Brasil, son una maravilla. Butacas totalmente reclinables, gran espacio entre asientos, mantas, almohadas y hasta una azafata que te daba el desayuno. Vamos todo un servicio de lujo para un servicio de 3 horas.



Algo que nos resulta curioso a los europeos en estos países es que en los buses de Latinoamérica para evitar el robo de equipajes se factura como en los aviones. Es decir, tienes que dejar tu mochila que marcarán con una pegatina y recogerás en tu destino. También nos impacta cuando antes de salir sube personal de seguridad al autobús y graba la cara de cada uno de los pasajeros para su identificación en caso de accidente.

La salida por carretera de Lima nos muestra una realidad de la ciudad muy distinta del rico barrio de Miraflores. Chabolas, casas a medio construir, vertederos,... Incluso una Huaca similar a la de Pucllana que visitamos ayer, no posee el mismo cuidado que ésta, dejando los restos arqueológicos a su suerte. 




Es increíble que a tan sólo unos cientos de kilómetros del Amazonas donde nos encontrábamos el día anterior, el panorama sea tan distinto. Aquí el desierto se extiende por toda la costa de la ciudad y la vida vegetal es más bien escasa. De hecho Lima nos recuerda inevitablemente a las barriadas con casas a medio hacer del Cairo.



El viaje en bus por la costa dura tan sólo 3 horas que son amenizadas por las vistas del Océano a un lado y el desierto en otro. El cielo estuvo cubierto hasta la llegada a Paracas dónde comenzó a abrirse e incluso lucía el sol. Eso sí, un falso sol ya que la temperatura tampoco era muy elevada e incluso con viento hacia frío.



En Paracas todo fue rodado, hay muchas agencias que ofrecen las excursiones de aquí, incluso nuestro propio hostel, todas al mismo precio más o menos. El madrugar tuvo su recompensa y pudimos nada más llegar coger el tour que recorría la reserva natural de Paracas. Este tour cuesta 20 soles más otros 10 soles más de entrada al lugar.

La reserva de Paracas es un gran desierto con el mar al fondo donde viven gran cantidad de animales como pelícanos, zarcillos, cormoranes, lobos marinos, flamencos, focas,... Aparte su importancia viene por la gran cantidad de fósiles que se encuentran en este área que hace 340 millones de años fue mar. La excursión te adentra en la reserva para ver algunos de sus parajes. Tal vez el más espectacular fuera la catedral, una bóveda labrada en la piedra de forma natural en las olas y que fue destruida en 2007 por el terremoto que asoló esta zona y su posterior tsunami.



De hecho aquí en Paracas están señalizadas todas las zonas de seguridad en caso de seísmo y Tsunamis. También es curioso como está permitido acampar en la playa de forma libre en toda la reserva. En las playas de la reserva había montones de lobos marinos muertos. Al parecer mueren de forma natural al golpearse con las rocas por las corrientes marinas. Al no poder subir a las rocas van a la playa a morir. Aquí cuando sopla el viento hace bastante frío y es mejor llevar una chaqueta.

Comimos en un restaurante muy agradable con vistas al mar donde por fin probamos el plato y la bebida nacionales, el ceviche de lenguado y el pisco Sour. El ceviche básicamente es lenguado crudo con cebolla y limón. Sinceramente no está mal, pero tampoco moriría por comerlo cada día. El Pisco tiene buen sabor, aunque yo creo que lo he probado antes en algún sitio. 



Después de comer teníamos algo de tiempo por sí queríamos bañarnos, pero pese a estar soleado, el frío agua no invitaba a ello, así que preferimos subir a una colina desde donde tener una panorámica de toda la reserva.



Abandonamos la reserva de Paracas y de vuelta al hostel dimos una vuelta por el pueblo. Paracas es un pueblo costero con su malecón y su playa. Se ve que es un lugar turístico para los peruanos, con sus terrazas y bares en el paseo marítimo y puestos de artesanía.



Por la noche cenamos en una de estas terraza fritura de pescado peruana, que aquí llaman chicharrón. No estaba mal, pero nos quedamos con los pescados españoles y su preparación. A las 21 de la noche nos metíamos en la cama.


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